Comentario
En Mérida se conserva probablemente el conjunto más rico en pintura mural de Hispania. A lo ya descubierto en antiguas excavaciones (Columbarios, Casa-Basílica) se han venido a sumar en época reciente las composiciones pictóricas halladas en la excavación de diversas casas romanas: Anfiteatro, Mitreo, Alcazaba, Suárez Somonte, y, más recientemente aún, las que presentan escenas de anfiteatro y que se hallaron en el monumento.
El conjunto del Anfiteatro es, de momento, el único que podemos asignar a lo que pudiéramos llamar pintura oficial. Formaba parte de la decoración del podium y lo conservado se reduce a cuatro cuadros con escenas alusivas a los juegos de anfiteatro: venator con leona, tigresa acometiendo a un jabalí, un posible retiarius y una representación paisajística.
El resto pertenece ya a la iniciativa particular. Destaca el conjunto de la Casa del Mitreo, donde se hallaron tres cuadritos con representaciones de Hércules, Victoria y una escena mitológica. Por fin, en diversos lugares de la casa no faltan otras pinturas, por lo general correspondientes al zócalo de las habitaciones, donde se ven imitaciones arquitectónicas, escenas campestres con plantas y aves y una interesante muestra de especies marinas. Otras pinturas importantes, con figuraciones de crustae marmóreas, se hallaron en la Casa del Anfiteatro, donde se atestigua la firma del pintor Quintosus.
En la denominada Casa-Basílica, junto al Teatro, en el stibadium, se conservan unas interesantes pinturas que representan a varios personajes, de pie, sobre pedestales marmóreos, que visten túnicas alargadas adornadas con orbiculi. Son de la primera mitad del siglo IV d. C.
Quizá el hallazgo más relevante lo constituye la serie de cuadritos que formaban la decoración de una habitación de una casa descubierta en la calle de Suárez Somonte. Muestran escenas alusivas a los juegos del circo (cuadriga vencedora, cuadriga en escorzo, escena de doma ?), a la caza (captura de la liebre y caza del ciervo). Son una buena muestra de la producción emeritense de comienzos del siglo IV d. C., con estilo muy peculiar en la composición, no exento de ciertos detalles de buena caligrafía dibujística, pero con inexcusables concesiones a lo puntual y anecdótico.
Por fin, los retratos de los difuntos del mausoleo de los Voconios vienen a ser el ejemplo de la pintura funeraria de la ciudad, en manos de unos artesanos, más que artistas, que reproducen hasta la saciedad los tipos estandarizados, a los que añaden, en cada caso, ciertos detalles retratísticos, en un intento de identificar a los personajes a los que aluden.